Ciencia y Corrupción

La ética de la ciencia y su corrupción

La actividad científica es una escuela moral, por exigir la adquisición o el afianzamiento de los siguientes hábitos o actitudes normales:

  • La honestidad intelectual (o culto de la verdad), el aprecio por la objetividad y la comprobabilidad, el desprecio por la falsedad y el autoengaño. La observancia de la honestidad intelectual exige
  • La independencia de juicio, el hábito de convencerse por si mismo con pruebas, y de no someterse a la autoridad. La honestidad intelectual y la independencia de juicio requieren, para ser practicadas, una dosis de
  • Coraje intelectual (y aún físico en ocasiones): decisión para defender la verdad y criticar el error cualquiera sea su fuente y, muy particularmente, cuando es propio. La crítica y la autocrítica practicadas con coraje infunden
  • Amor por la libertad intelectual y, por extensión, amor por las libertades individuales y sociales que la posibilitan; concretamente, desprecio por toda autoridad infundada –sea intelectual o política- y por todo poder injusto. La honestidad intelectual y el amor por la libertad llevan a afianzar el
  • Sentido de justicia, que no es precisamente servidumbre a la ley positiva –que nos imponen y que puede ser injusta- sino la disposición a tomar en cuenta los derechos y opiniones del prójimo, evaluando sus fundamentos respectivos.

Referencia

  • Bunge, M, 1988. Ética y Ciencia 3º ed., Buenos Aires: Siglo Veinte.

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