El Peligro de la Filosofía

Los gobiernos autoritarios intentan sofocar o dominar la filosofía. Eso se explica, porque la filosofía auténtica fomenta lo que Fernando VII llamó “el funesto hábito de pensar”, y quienes han contraído este hábito suelen cuestionar dogmas y autoridades arbitrarias.
Baste recordar la condena de Sócrates, el ensañamiento de la Iglesia cristiana con los pensadores paganos, la condena inicial de las tesis de Tomás de Aquino, la ejecución de Giordano Bruno y de Miguel Servet, la prisión de Galileo, la amonestación de que fue objeto Kant por su soberano, y las limpiezas ideológicas llevadas a cabo por los gobiernos de Stalin, de Hitler y muchos dictadores latinoamericanos, así como del equipo del Senador McCarthy.
Las víctimas de estas persecuciones no aspiraban al poder político: se limitaron a cuestionar ciertos dogmas. Esto fue considerado criminal porque la autoridad arbitraria necesita que los de abajo sean crédulos y sumisos. Los preguntones, los escépticos y los polemistas ponen en peligro al orden establecido. Y la reflexión filosófica comienza por cuestionar lo que suele aceptarse sin examen. Pienso, luego me opongo mientras no me den razones.

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