Seguro que conocéis la sensación de fuego en la boca que se produce al tomar un alimento demasiado picante. Yo debo reconocer que me gusta el picante, hasta cierto punto. Sobre todo al comer en restaurantes exóticos, que parece que los europeos seamos los más cobardes al condimentar nuestros manjares.

Imaginaos por un segundo que sois animales salvajes, herbívoros, y por mala suerte en el menú de vuestro desayuno entra un pimiento picante. Lo más probable que en toda vuestra vida no olvidéis lo sucedido, y nunca más intentéis devorar una planta como aquella. Pues precisamente por eso la siempre sabia madre naturaleza (alias selección natural) desarrolló la capsaicina, la molécula del picante.

Su nombre completo es 8-metil-N-vanillil-6-nonenamida, y más abajo podéis ver su estructura química. Es muy irritante para los mamíferos, ya que estimula los receptores del dolor y del calor(por eso la característica sensación de ardor). De esta forma, las plantas del género Capsicum evitan que los herbívoros se alimenten con sus frutos, que según la zona llamamos ajíes, chiles, guindillas, morrones o pimientos.

Sin embargo, la mayoría de aves son inmunes a sus efectos. Probablemente debido a que a la planta le supone una ventaja evolutiva incentivar que sólo pájaros se alimenten de sus frutos. Debido a su mayor movilidad, son de gran ayuda para diseminar las semillas que contiene.

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