Un perro viejo o un caballo viejo han aprendido mucho durante sus vidas, pero cuando mueren su experiencia mueren con ellos, puesto que no han podido comunicarla.

La invención del lenguaje es lo propio del hombre. Por medio del lenguaje el hombre viejo puede comunicar a los más jóvenes lo que ha aprendido. Nosotros consideramos que más allá de la transmisión, la relación maestro-discípulo es lo que ha constituido la humanidad. Sin ella, nos convertiríamos en animales; de ahí el peligro de las delirantes ideologías que cuestionan esta relación.

¿Qué es el hombre?, en palabras de Jean-Claude Barreau y Guillaume Bigot, es un ser que sabe que va a morir y que necesita contarse historias. Contarse historias para soportar la esa idea insoportable de la finitud, para conjurar la necesidad ineludible de la muerte.

Contarse historias para acercarse a sus semejantes, para reconfortarse con sus palabras, para formar con ello una humanidad.

Capaz de prever el futuro, de organizarlo, el primate humano escapa, al mismo tiempo de la ley genética. Va a poder hacer cosas que los animales no hacen, para lo bueno y lo malo.

El hombre prehistórico ya es un ser histórico que relata el pasado para construir su futuro, por ello, destruir la la transmisión del maestro al discípulo sería destruir la humanidad.

Ya no existe la naturaleza humana; desde la prehistoria hay una cultura humana siempre amenazada por el olvido. Transmitir su saber es, en definitiva, lo único que distingue al hombre de los demás animales.

Así el hombre es el único animal con posibilidad de lo mejor y lo peor: de lo peor porque es la única especie capaz de asesinar y autodestruirse; de lo mejor porque también es la única capaz de adaptarse a todo, y de inventar todo.

Gracias al lenguaje, las mutaciones de la humanidad ya no son sólo genéticas sino culturales.

 

Referencia

  • Barraeu, JC & Bigot, G, 2009. Toda la Historia del mundo. Una breve historia de la humanidad; De la prehistoria al 11-S, México: Punto de Lectura.

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